Un conflicto laboral es un problema o disputa que se da en el entorno profesional. Estos conflictos pueden dañar la productividad de la empresa y la salud de los equipos. Encontrar una solución es una tarea que los responsables de las empresas deben llevar a cabo cuanto antes para evitar que se conviertan en un problema mayor.
En este artículo, hablamos de los tipos de conflictos laborales, sus posibles causas, y una serie de consejos que pueden ayudarte a gestionarlos de forma adecuada.
Tipos de conflictos laborales
El primer paso cuando surge un conflicto laboral es el de identificar ante qué tipo de problema nos encontramos. Según las partes implicadas nosotros te vamos a hablar de hasta 6 tipos de conflictos laborales:
1. Conflictos intrapersonales: Este tipo de conflicto solo involucra a una persona. A veces, hay momentos en los que un trabajador se siente frustrado por no poder resolver satisfactoriamente las tareas que se le encargan y esto desemboca en un conflicto interno.
2. Conflictos Interpersonales: Son aquellos problemas que surgen entre dos o varios miembros del mismo equipo.
3. Conflictos Intragrupales: Este tipo de conflicto se da cuando todas las personas de un mismo equipo o departamento están involucrados.
4. Conflictos Intergrupales: Son los conflictos entre distintos departamentos o equipos.
5. Conflictos Colectivos: Cuando el interés colectivo de los trabajadores se ve afectado por una decisión global de la organización.
6. Conflictos Interorganizacionales: Este tipo de conflicto sucede entre distintas empresas, y puede acabar desencadenando en conflictos internos en las partes afectadas.
Si de algo tenemos que estar seguros tras identificar cualquier tipo de conflicto laboral es que siempre deben ser abordados de inmediato.
Causas de los conflictos laborales
Los conflictos laborales pueden aparecer por diversas causas. Conocerlas ayudará a prevenir la aparición de estos enfrentamientos y a solucionarlos.
Las causas más comunes son:
- Mala comunicación: Si no existe una comunicación adecuada a la hora de transmitir la información pueden surgir malentendidos que deriven en problemas mayores.
- Conflictos de intereses: Se origina cuando un miembro del equipo percibe que sus intereses se están viendo perjudicados y no obtiene ningún beneficio, mientras que los de otra persona o personas sí lo hacen.
- Conflicto de recursos: Muchas empresas no disponen de material suficiente para que los miembros de sus equipos puedan realizar tareas de forma simultánea. Esta falta de material muchas veces dificulta el trabajo y acaba desembocando conflictos entre los equipos.
- Conflicto de estilo: Se ocasiona cuando existe una diferencia a la hora de desempeñar los trabajos que no se adecua con la de los demás. Es importante encontrar un punto común entre los miembros de los equipos.
- Conflicto por presión: Puede haber plazos muy cortos a la hora de entregar un trabajo. Las prisas, las dificultades o imprevistos a la hora de realizar este tipo de tareas pueden generar mucha presión en los equipos provocando irritabilidad entre compañeros.
- Conflicto de roles: Sucede cuando un trabajador no está de acuerdo con su posición en la empresa o en un proyecto en concreto. El conflicto puede aumentar si percibe que otra persona que no considera adecuada asume el rol deseado por ese miembro.
¿Cómo resolver un conflicto laboral?
Es muy complicado que en una empresa nunca pueda surgir ningún tipo de conflicto por pequeño que sea.
Para saber cómo abordar un conflicto laboral te vamos a mostrar una serie de pasos que sirven como pauta para su resolución:
No ignorar el conflicto
Por pequeño que parezca un conflicto en el trabajo, no se debe ignorar. No preocuparse por considerarlo un conflicto menor puede desencadenar en una situación mucho más complicada de gestionar a la larga.
En la mayoría de los casos, los conflictos laborales no se resuelven solos. Necesitan ser gestionados a tiempo para evitar que en un futuro vuelvan a aflorar.
Detectar el problema concreto
Cuando detectamos un conflicto que es evidente, un buen consejo es: hablar con todas las partes implicadas para detectar la raíz del problema. Sólo así se puede desarrollar un plan efectivo para solucionarlo.
Ejercer como mediador es clave en la resolución de conflictos. Todas las partes implicadas deben tener claro que el mediador es una figura imparcial que sólo busca la situación más favorable para todos.
Reunir a las partes implicadas
Tras hablar con las partes implicadas por separado y una vez detectado el problema, es importante hacer una reunión que persiga un ambiente neutral y de conciliación.
El objetivo de esta fase es que todos puedan exponer sus puntos de vista de forma ordenada y tranquila. También es momento de conocer cuáles son las soluciones que cada uno considere oportunas.
Sugerir una solución
Después de que todos hayan compartido sus puntos de vista de forma respetuosa y sugerido varias soluciones, hay que escoger la más favorable para todos. Que todas las partes implicadas estén a favor de la solución propuesta es importante. No deben sentir que están perdiendo o que están dando su brazo a torcer más que la otra persona. Es importante que se sientan bien al resolver el problema.
Esta fase es la que más esfuerzo requiere debido a que se debe negociar e intentar que todas las personas estén satisfechas con la decisión tomada.
Monitorear la solución y la resolución del conflicto
Hacer un seguimiento tras haber realizado todos estos pasos es muy importante. Podemos encontrarnos ante situaciones en las que se ha hablado de llevar a cabo ciertas acciones para solucionar un problema y que luego los hechos sean totalmente distintos.
También es posible que aquello que creíamos que iba a ser la solución al conflicto luego acaba no siéndolo.
Si no está funcionando, se pueden hacer pequeñas adaptaciones.
Por otro lado, si es evidente que la decisión tomada no está cumpliendo su finalidad, se puede repetir el proceso hasta encontrar la solución que acabe encajando a la perfección.